domingo, 14 de octubre de 2012

Cutting




No me escuchó, y cuando más lo necesitaba se fue.
 Fui con los ojos llenos de lágrimas tras el y me miró; clavó en mi una mirada fría e indiferente con un aire de rabia y siguió caminando.
 Mis piernas cayeron; mi cabeza explotaba y mis lágrimas no paraban. Lloré toda la noche y me pregunté miles de veces por qué había pasado eso. Me eché la culpa de todas las formas. Pensé que no me amaba más, pensé que era mi culpa que no lo haga,
 que todo había terminado entre nosotros. Grité y me desesperé. Vomité, escupí sangre y seguí llorando. Nada podía ayudarme.
Eran las 6 de la mañana y yo seguía llorando en un rincón de la habitación. Ya no tenía voz, y las ojeras ocupaban toda mi cara. Me levanté, estaba adolorida. Me miré al espejo y solo me di lastima. Tenía toda la cara sucia por el rimel y delineador que me había puesto; tenía los ojos hinchados y rojos y mejor lo dejo ahí. Me bañé, pero entre que agarraba el acondicionador, vi allí, uno de esos filos que usa el para afeitarse. No me acuerdo el nombre, no me acuerdo de nada; estaba cansada.
Lo miré detenidamente a aquel filo, estaba tan reluciente. Me sumergí en el agua, pero no podía parar de mirarlo. Y sin darme cuenta me lo clavé en el brazo. Vi cayendo la sangre poco a poco, vi que el agua se volvía roja. Vi como mi brazo no paraba de sangrar. Era excitante. Y me lo clavé, me lo clavé tantas veces como mis lágrimas habían caído esa madrugada. Sonreí .
 Salí de la ducha y me di cuenta. Mi brazo no paraba de sangrar, no paraba. Até a el, un pañuelo que estaba por allí cerca y me senté como pude en el piso del baño. Todo había perdido sentido. 

 Me levanté, me cambié asustada y mi celular sonó. Era él pidiendo que lo perdonara, y así lo hice. Esa noche salimos, pero yo fui con un buzo. Nunca sospechó nada, nunca preguntó nada. Creo que el lo sabe, lo sabe muy bien; pero no quiere admitir que lo hace.

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