viernes, 23 de noviembre de 2012

El pozo de los deseos

Estoy atrapada bajo tierra en una especie de pozo. Las personas tienen la estúpida creencia de que si tirás una moneda, y pensás en alguna cosa, ella se cumplirá al poco tiempo. Bueno, eso no tiene importancia, ya que está abandonado hace mucho. 
Estoy aquí dentro hace tanto tiempo que no me acuerdo como es qué llegué desde un principio. Aunque nunca quise salir, nunca me esforcé por escalar por esa pared de ladrillos; sabía que sería todo en vano, que en nada cambiaría.
Pero hace unos meses (mañana cuatro, debo decir) que hay alguien que se acerca a mi en las tardes desde la superficie y hablamos horas y horas. Muchos dirán que estoy loca, porque bueno, nos separa una gran muralla; pero he aprendido a amarlo como a nadie

Hubieron días en los que él no vino, y días en los que yo estaba tirada del cansancio y se iba sin más. 

 Me decidí a dejarlo todo, y escalar esa muralla. Pero fallé, como de costumbre, y solo conseguí retorcerme del dolor.

 Entonces le grité con todas mis fuerzas. Lo eché, le dije que lo nuestro es inútil y que jamás podríamos vernos. Él se fue sin decir una palabra. 
 No volví a verlo durante una semana, la semana más dura de mi vida; pero también en la que más cosas pensé. Me di cuenta que no sabía nada sobre él, que siempre que hablábamos era de cosas sin sentido, o directamente se tornaban hacia mi.
 "¿Estará en problemas?" , "¿Estará bien?", ¿Pensará en mi?",  "Quiero verlo" era lo único en lo que mi mente podía pensar
 
Cuando lo vi decidí callarme para no preocuparlo con mis estupideces, pero sin darme cuenta lo fui lastimando con mis silencios. Mis heridas se abrieron, y mi cabeza dolía, pero en mi mente solo estaba él.
 En mi mente siempre está él y nadie más. 

A la mañana me desperté, estaba él gritándome que iba a saltar, que me moviera. 

Obviamente le dije que era una locura, pero se veía decidido cómo nunca
Entonces saltó y en una cuestión de segundos estaba encima mio. Mis lágrimas salieron sin aviso. 
Estaba con él, con mi salvador. 
 Le pregunté porqué había saltado y el contesto "Creí que te sentías sola"  En ese momento lo callé con un beso, un beso salado por nuestras lágrimas que se juntaban en nuestros labios.
 No sé que pasará de ahora en más, pero la soledad se esfumó, casi como si nada. Y de vez en cuando, escuchamos a los hombres pasar por el pozo pidiendo deseos. 




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