domingo, 16 de diciembre de 2012

asdasf

Era pleno invierno, bueno, tal vez no pleno invierno, solamente invierno. 
Era invierno, cuando recibí la gran noticia. Me acuerdo que ese día había empezado muy tranquilo, estaba yendo a comprar algunas cosas que me habían encargado. Volví, colgué mi bufanda en el gancho detrás de la puerta y me senté en el sillón a ver un poco de televisión.

 -"Llegó a la ciudad, llegó a la ciudad"  Dijo mi hermana a los gritos, bajando la escalera .
 -¿Quién llegó?   Le dije con una pequeña pero notoria sonrisa en mi rostro.
 -Ella, ella llegó a la ciudad    Me contestó, devolviendome la sonrisa, una aún más grande


Tragué saliva.
 -Ella ...  había llegado a la ciudad ... . Largué una carcajada nerviosa que pronto se apagó.
 *¡¿Por qué?!
Cuando volví la mirada hacia dónde creí que estaría mi hermana, ésta salió de un tiro hacia la puerta y se fue casi corriendo.
 -Esa idiota-   -pensé .
Volviendo al tema, tal vez ella no sabía que yo estaba aquí, no, eso no puede ser; siempre le dije cuanto amaba este pueblo. Entonces, qué más? me estaba buscando? Por qué ahora? Por qué después de tantos años?

 Me levanté, agarré mi bufanda de nuevo y sin pensarlo atravesé esa puerta. Salí camino a la estación, no porque pensara que ella podría estar ahí; todo lo contrario, no quería ni verla.
Y como el destino siempre está a mi favor, la encontré. Parecía estar esperándome después de todo.
Mi corazón latió con fuerza, estaba tan hermosa. Era una de esas niñas que ves una vez en la vida con mucha suerte; tenía una belleza tan natural. Su pelo castaño que le llegaba hasta el ombligo, sus ojos grandes color café, su sonrisa tan blanca y sus labios tan sensualmente rojos. Vestida con un sobretodo que le tapaba hasta el mentón y unos zapatos tan frágiles y delicados como ella en sí.
Me acerqué a ella, y apenas me vio, me sonrió y me perdí en sus ojos como la última vez. Ella me dijo palabras que no pude entender, y me abrazó fuerte. Hacía tanto que no me abrazaban, aún no se me borra esa sensación de calor del cuerpo.
Ella me dejó una carta en el bolsillo del saco, me dio un beso en la mejilla y me dijo
 -No cambiaste nada-
Y se fue caminando sin más .

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