lunes, 7 de enero de 2013

Claustrofobia

Él se levanta, asustado, todavía no entiende qué es lo qué pasó la noche anterior. Camina lentamente hacia el pasillo, mira por la ventana y acto seguido, traga saliva. Ella todavía seguía allí, esperando por él .
 Ella afortunadamente estaba loca; pues, si no lo estuviera nunca habría soportado tanto por un hombre cómo aquel. Y, respondiendo a la pregunta de ¿Cómo era él? sólo puedo decir qué es la clase de persona por la que nadie daría una misera moneda. Dar tanto por alguien que nunca dio nada por vos ¿Por qué hacer  eso? estaba loca, no había otra explicación lógica.
Comenzó a nevar; pero ella no se movía en lo más mínimo de esa puerta. Hizo caso omiso de las advertencias y amenazas, y lo único que hacía era escribir en una clase de anotador portátil.
Después de una semana la locura empezaba a invadirlo. ¿Qué es lo que quería de él? ¿Por qué no se había ido todavía? ¿Qué carajo estaba haciendo en la puerta de su casa?
Cada vez que llamaba al cuartel de policía, lo único que conseguía era burlas de éstos.
 Ya cansado, llenó un balde de agua fría y se lo tiró desde la ventana; no le importaba lo que fuese a pasar. Pero sorpresivamente ella, mojada, se abrazó a sus piernas y cerró los ojos; todavía sin moverse un centímetro de aquella puerta. Al ver esto, y con furia, continuó haciéndolo hasta verla inconsciente, pues hacían menos de -3º, era lo normal.


 Así pasaron los días, así pasó el invierno de estas dos peculiares personas.
Él nunca le abrió la puerta. Ella nunca se movió de allí .
El nunca abrió su corazón a nadie .
Ella nunca dejó de insistir, hasta su inevitable muerte.

 

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