lunes, 8 de abril de 2013

¿Qué?

Cuando era chico pasaba horas y horas mirando al cielo, admirando su belleza, y preguntándome cuantos niños como yo estaban haciendo lo mismo. Hasta que sentía una soledad pura y tenia ganas de estar en ese hermoso cielo. Nunca se lo dije a nadie.
¿Y por qué no?
Los padres creen que pueden controlarlo todo, creen que todo se divide y todo se cataloga; no se dan cuenta cuanto daño causan. Todos es su culpa.
Qué es ese todo?
Mi vida. Mi vida es su culpa desde el instante en que decidieron que podrían ser padres, sin poder realmente.
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Terminada la hora semanal de terapia, me levanté de la silla de plástico mientras que de apoco mi trasero iba tomando su forma natural, dije:

¿Cómo pueden estar todos sin hacer nada mientras sus miedos los gobiernan? ¿Creen que venir aquí los ayudará de algo? ¡Salgan afuera, hagan algo por ustedes mismos de una jodida vez!

Y como todas las veces que lo dije, nadie me escuchó.

Caminé las 8 cuadras de forma perpendicular al establecimiento, luego 3 a la derecha y el primer semáforo a la vuelta. Y allí, la biblioteca más pequeña de la ciudad y a la vez la que más me gustaba. Tomé el libro que había dejado una horas atrás, relamí mi dedo pulgar para encontrar de nuevo la hoja y proseguí.
  Unos minutos después llegó la mujer con su hijo a ver a vidriera, exactamente unos 2 minutos y 16 segundos y se fue. Al instante el hombre que solo pasaba a pedir cambio y el autobús 2K en la parada recogiendo a las mismas 7 personas. Pero esta vez se bajó una muchacha que no había registrado antes.
Se bajó primero con el pie derecho, luego el izquierdo y al tocar el piso, un pequeño salto. Dio dos pasos hacia adelante sin despegar sus ojos de la vidriera. Sonrío levemente y ... ¡Juro por dios que me miró a los ojos!
Un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba abajo sumado a un calor indescriptiblemente agradable. Su mirada llegó al fondo de mi alma y rompió todos mis sentimientos, mis emociones, mi estructura, me rompió completamente. Nunca habría presenciado una mirada tan peligrosa y a la vez tan significativa. No había en mi más lugar que ella. De un segundo a otro lo ocupó todo, llenó todos los espacios.
 Yo... estaba petrificado cuando ella entró a mi mundo, a mi guarida, a mi cueva, a ésta biblioteca. Miró asombrada la cantidad de libros, parecía hasta una niña pequeña y aunque no me gustaban los niños, en ella se veía más que perfecto. Mis manos empezaron a sudar y mi corazón pedía a gritos un respiro, seguía teniendo calor a todo esto, pero se sentía bien.
Ella se sentó en frente y se cruzó de piernas. Tenía las piernas más increíblemente sensuales que haya visto jamás. Subí la mirada y repasé su cuerpo completamente como si fuese una clase de escultor. Estaba tan excitado, podría de forma insensible y vulgar admitir que en mi mente le habría hecho el amor más de una vez. Seguí subiendo hasta que
nuestras miradas se cruzaron, otra vez y rápidamente me levanté y desvié la mirada.
—¡Mierda! Se dio cuenta ¡No puedo ser tan imbécil. Pensará que soy alguna clase de idiota. ¡Diablos! 

 Estaba tan enojado que no estaba siquiera consciente sobre qué me pasaba realmente. 


 — ¡Espera, te olvidas tu libro!   -Dijo ella con una voz temblorosa y quebrada, de esencia tímida pero segura- 


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Y Así fue como todo comenzó-

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