Entonces agarras mi corazón que está resumido en polvo y lo arrojas con la primer ola de viento que acaricie el cielo. Me miras como si no te importara, como si no fuésemos nada y eso es lo que más me daña: tu indiferencia. Das media vuelta, encogido de hombros, y caminas hacia la puerta; te detienes unos segundos y finalmente te vas.
No puedo evitar preguntarme qué es lo que nos pasó -o quién nos pasó- pero ya no te tengo sino a un niño en camino del cuál ni siquiera tienes idea.
Te tuve, qué importa todo los demás si mi amor no es suficiente. Los segundos pasan y estoy sola. Sola y triste. Seré de otro. Vos serás de otra. Como antes del comienzo.
Aposté por nosotros todos los días de mi vida, quién diría que moriré tan joven
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