Se reía de mi, me golpeaba hasta dejarme en el piso, débil. Metía sus asquerosos dedos en mi boca, golpeaba mis piernas y mis brazos para que no pudiera levantarme y aunque le rogara, aunque le suplicara; no dejaba de hacerlo una y otra y otra vez. Veía como mi sangre fluía por el piso. Me obligaba a tragar medicamentos que nunca había visto en mi vida. Cuando por fin le rogaba que me matara, cuando ya no podía más; sonreía, se levantaba y se iba hasta el día siguiente.
Siento aún en estos momentos, como mi corazón se despedaza poco a poco. Ya es la hora, ya es hora de que salga al mundo; aunque me cueste la vida, una vez más.
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