jueves, 31 de enero de 2013

Sofocación

Aun me duele, cómo el primer momento del hecho, tal vez más. Mi pecho aún se siente cerrado y mi respiración todavía no calma. Ciertamente me dolió más de lo que aparenté; más que cualquier otro dolor que haya experimentado antes, me dolió más de lo que podía soportar, mucho más. 
 Mi mente todavía no asimila su destrucción, no entiende que ya no volverá a andar de la misma forma, no tiene idea de que ya está muerta, de que maneja un cuerpo vacío. 

Miré al cielo una última vez, dispuesta a dejar todo atrás, di un par de pasos al este y seguí derecho de la mano con el mar. Estaba a un paso del abismo puro y crudo, donde solo los valientes habrían podido llegar; pero no pude hacer más que llorar y golpear mi cara con mis manos. 
Había muerto, ya no podía sentir nada, ni si quiera las lágrimas del cielo que rozaban mi piel. El dolor había cortado mis sentidos, me destruyó completamente. 
No he vuelvo a sonreír desde entonces, no he vuelto a dormir o comer. Lo destruí todo, incluyéndome. 

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